El castillo de Karak es un oscuro laberinto de corredores de piedra y pasadizos sin fin. Los restos mejor conservados están bajo tierra y se puede llegar a ellos atravesando una gran puerta (pregunte cuando compre los billetes). El castillo destaca por su imponencia más que por su belleza. Representa una visión impresionante de la genialidad arquitectónica militar de los cruzados, Si tiene cuidado, puede pasear por la cima almenada de la fachada frontal oeste y admirar las amplias vistas. Los días despejados, puede admirarse todo el Mar Muerto y llegar a ver el Monte de los Olivos bordeando Jerusalén.
Lejos del castillo, los visitantes pueden admirar la Plaza del Castillo, donde se han remodelado preciosos edificios otomanos del siglo XIX que hoy albergan el centro turístico, con restaurantes, tiendas de artesanía y otras instalaciones situadas en torno a una plaza central.